lunes, 13 de junio de 2011

Viejos textos

 Los últimos instantes no se olvidan, son revueltos por sombras, rechazados por el tiempo. La fracción de segundos en la que dura un último abrazo, una última sonrisa, una última lágrima. El momento en que se redobla la apuesta y se pierde, al ver que es definitivo que las piedras no se desatoran en la garganta.
  A tus pies morían iluciones, y tu único alivio era partir de cuerpo y alma, esperando que alguien te espere. Tu corazón, escarchado por el fuego, bailaba al ritmo de tus utopías y sueños corrompidos. Y luego, sólo destrucción.
   - Algún día te vas a ir, ¿y que voy a hacer conmigo? - me preguntaste una día de abril entre pentagramas y porros, ¿te acordás?.
¿Qué hacer con vos? ¿Que hacer con todo? Con la vida sin las risas y los histeriqueos, sin la amistad incondicional, sin los llantos, sin el amor que nunca dejé entrar. Perfectos para ser imperfectos.
  Después de vos, esos pestilentes y culpables deseos de mi mente de seguir viajando, siempre. Después de vos, los versos  quemados, las preguntas inevitables. Después de vos, entregarse a la corriente y volver a funcionar. Después de vos, un futuro.
  Luego de un cruze de miradas pétreas procedimos al arte de las promesas a nunca cumplir, y luego,  al adiós.
  Al ver que su espalda y pelo ya eran un punto prácticamente invisible entre la muchedumbre del aeropuerto, ella se sentó en la mesa de un bar y encendió un cigarrillo húmedo. Se sentía en el aire la sensación de posiblidad. Se sentía el florecimiento de algo mejor. Al ver las gotas golpeando contra el vidrio del ventanal, esbozó una sonrisa nostálgica.
- El destino es una broma de dios - pensó.

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